
El Lenguaje Secreto del Bebé: ¿Por Qué No Podemos Entenderlo?
El llanto infantil no es un lenguaje codificado, sino una señal general de necesidad que se interpreta en contexto considerando el estado del bebé.

El llanto, esa expresión sonora característica de los bebés, ha sido durante mucho tiempo interpretado como un lenguaje complejo capaz de comunicar una variedad de necesidades: hambre, dolor, incomodidad o simplemente el deseo de contacto físico. Sin embargo, investigaciones recientes publicadas en medios como The Conversation han desafiado esta visión tradicional, revelando que el llanto no es un idioma codificado con mensajes precisos, sino más bien una señal generalizada de alarma y demanda afectiva.
La complejidad del llanto infantil
Un equipo de científicos especializados en comunicación humana y animal llevó a cabo un estudio de gran envergadura para comprender mejor la naturaleza del llanto infantil. Mediante el uso de grabadoras automáticas en las habitaciones de 24 bebés durante sus primeros meses de vida, los investigadores lograron recopilar más de 3.600 horas de grabaciones y 40.000 fragmentos de llanto. Estos datos fueron analizados junto con las acciones tomadas por los adultos para calmar al bebé, como alimentarlo, cambiarlo o ofrecerle contacto físico.
El objetivo del estudio era determinar si era posible identificar la causa del llanto solo escuchando el sonido. Para ello, se entrenaron algoritmos de inteligencia artificial y se sometió a pruebas a adultos con y sin experiencia en crianza. Los resultados fueron sorprendentes: la tasa de acierto apenas llegó al 36%, un porcentaje apenas superior al azar. Tanto la tecnología como la intuición humana se mostraron incapaces de descifrar el motivo concreto detrás del llanto únicamente por el sonido.
La importancia del contexto
En lugar de depender del sonido en sí mismo, la verdadera interpretación del llanto infantil reside en el contexto en el que ocurre. Los adultos utilizan información previa sobre el bebé —el tiempo desde la última comida, su higiene, el ambiente, sus hábitos— para intentar responder a su demanda. Como señalan los neurocientíficos citados por The Conversation, la efectividad de dispositivos y aplicaciones que prometen “traducir” los llantos carece de fundamento científico. Observar el entorno, los horarios y el estado general del bebé es la única forma fiable de comprender su necesidad.
Si bien no se puede determinar la causa exacta del llanto únicamente por el sonido, la ciencia ha identificado dos aspectos fundamentales: Comunicación bebés a través del llanto: cada bebé posee un timbre vocal único, derivado de su anatomía y desarrollo, que permite a los padres y cuidadores identificarlo frente a otros niños. Esta particularidad ha sido verificada en diversos estudios internacionales, como señala The Guardian.
En segundo lugar, la intensidad del malestar se transmite a través del llanto. Un llanto suave y melodioso suele asociarse a molestias menores, mientras que un llanto áspero, caótico o de alta frecuencia —denominado “aspereza acústica” por los especialistas— funciona como verdadera alarma ante el dolor o el sufrimiento.
El aprendizaje de escuchar: experiencia y empatía
La capacidad de reconocer el llanto y reaccionar frente a él no depende de cualidades innatas, sino de la experiencia y la exposición. Estudios citados en The Conversation demuestran que cualquier persona que interactúe con un bebé —incluso adultos sin hijos— puede identificar su voz en menos de un minuto de escucha. Quienes tienen práctica previa en el cuidado, como hermanos mayores o niñeras, destacan en la detección de llantos asociados con el dolor. Con el tiempo, el cerebro de los cuidadores desarrolla conexiones en áreas de empatía, control emocional y toma de decisiones, lo que permite respuestas más rápidas y menos abrumadas por el estrés.
Aprender a escuchar es una habilidad que se perfecciona con la observación y la vida cotidiana, no por instinto ni por género.
El llanto persistente, como en el caso de los cólicos que pueden afectar hasta al 25% de los bebés, representa un desafío real para quienes cuidan, generando estrés, privación de sueño y en ocasiones, sentimientos de frustración. Reconocer que el llanto no tiene una traducción literal ni es un enigma individual puede aliviar la presión sobre los adultos y ayudarlos a enfocarse en el objetivo central: evaluar el contexto, la urgencia y buscar soluciones probando alternativas de consuelo y compañía. Compartir la tarea del cuidado y buscar apoyo en otras personas facilita atravesar los momentos más complejos.
La ciencia internacional enfatiza que el llanto es una señal universal de alarma y demanda afectiva más que un mensaje cifrado o una prueba de competencia parental.
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