¿Fin de la creatividad? La IA cuestiona el arte y la ciencia

La inteligencia artificial amenaza la creatividad humana en arte y ciencia al generar resultados similares a los humanos, cuestionando el valor de la emoción e incertidumbre en la investigación y el proceso creativo.

En el cambiante panorama científico, donde la tecnología avanza a pasos agigantados, surge una pregunta fundamental: ¿qué papel jugará la IA en la creatividad humana? La inteligencia artificial, con su capacidad para procesar información a velocidades asombrosas y generar resultados complejos, se ha convertido en una herramienta poderosa en diversos campos, desde la medicina hasta la educación. Sin embargo, también ha despertado temores sobre su impacto en la esencia misma de la creatividad, tanto en el arte como en la ciencia.

Don José Iturriaga de la Fuente, en su columna Confieso que he comido, relata una experiencia fascinante donde le piden a la IA escribir un soneto al estilo de Sor Juana Inés de la Cruz. La respuesta de la máquina fue sorprendente: un poema que podría haber sido escrito por la propia Séptima Musa. Este ejemplo nos invita a reflexionar sobre el potencial de la IA para imitar y, quizás incluso, replicar la creatividad humana.

¿Puede la IA sentir amor?

Alma Karla Sandoval, poeta y columnista en La Jornada Morelos, expone una idea perturbadora: si algún día la Inteligencia Artificial consigue emociones, ¿la espinosa incertidumbre del amor será también su síntoma? Esta pregunta nos lleva a cuestionar la naturaleza misma de la creatividad y la posibilidad de que máquinas puedan experimentar sentimientos tan complejos como el amor.

La ciencia y sus emociones

Aunque la ciencia, a diferencia del amor, se basa en datos y lógica, no está exenta de emociones. Los descubrimientos científicos, por pequeños que sean, generan una sensación de felicidad y satisfacción en los investigadores. Sin embargo, la creciente influencia de la IA en la investigación podría cambiar este panorama. Las compañías informáticas como Google están desarrollando asistentes de investigación que ayudan a generar hipótesis y analizar datos, casi como si pensaran por sí mismos.

Esta automatización del proceso científico podría llevar a una pérdida de la emoción y la incertidumbre inherentes a la investigación. En lugar de la alegría del descubrimiento, podríamos tener un mundo donde los resultados se obtienen con un simple clic, sin la satisfacción del esfuerzo y la resolución de problemas. Este cambio podría afectar no solo el proceso de investigación, sino también nuestra percepción del conocimiento científico.

La creatividad humana en el siglo XXI

La capacidad de unir evidencias aparentemente desconectadas para crear conceptos originales es fundamental para el avance científico. Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier, ganadoras del Premio Nobel, demostraron este proceso al concebir la edición genética mediante las proteínas CRISPR. Estas operaciones mentales a menudo requieren tiempo, esfuerzo y una cadena de aciertos y errores que forman parte del proceso creativo humano.

Sin embargo, la IA está desafiando esta percepción. Investigadores como José Penadés, del Imperial College en Londres, han experimentado con asistentes de IA como Co-Scientist de Gemini (Google), que pueden generar hipótesis plausibles en cuestión de días, tiempo que a los humanos puede tomar años. Esta brecha tecnológica nos lleva a preguntarnos sobre el futuro de la creatividad humana en un mundo donde la IA se vuelve cada vez más sofisticada.

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