
Microplásticos en el cerebro: ¿un nuevo factor de riesgo para el Alzheimer?
Un estudio revela que los microplásticos pueden alojarse en el cerebro y afectar su funcionamiento, provocando comportamientos similares a los del alzhéimer en ratones.

Un estudio reciente realizado por científicos de la Universidad de Rhode Island ha desvelado una preocupante realidad: los microplásticos, esos diminutos fragmentos que contaminan nuestro entorno, tienen la capacidad de infiltrarse en el cerebro y afectar su funcionamiento. Al menos en modelos animales, esta contaminación plástica puede desencadenar cambios conductuales y síntomas que evocan los primeros indicios del alzhéimer.
El Impacto de los Microplásticos en el Cerebro Animal
En ratones genéticamente predispuestso al desarrollo de la enfermedad de Alzheimer, la exposición a altas dosis de microplásticos provocó comportamientos que se asemejan a los síntomas iniciales de esta devastadora condición. Los machos presentaban una mayor inclinación hacia espacios abiertos, un comportamiento inusual para estos animales que suelen preferir los rincones oscuros. Por otro lado, las hembras mostraban fallos en su memoria al interactuar con objetos nuevos, lo que sugiere una disfunción en las áreas cerebrales relacionadas con la ansiedad y la memoria.
Estos cambios conductuales no eran solo superficiales; el equipo de investigación también detectó una disminución en la proteína glial fibrilar ácida (GFAP), esencial para el mantenimiento de las células del sistema nervioso. En muchos modelos animales, esta proteína se asocia con enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer y la depresión. Estos hallazgos sugieren que los microplásticos no solo llegan al cerebro, sino que también tienen la capacidad de modificar su biología más profunda.
Microplásticos: Una Invasión a Nuestro Entorno y Nuestros Cuerpos
Los microplásticos, generalmente menores a 5 mm, pueden ingresar a nuestro organismo a través del agua potable, los alimentos o incluso el aire que respiramos. Una vez dentro del cuerpo, estudios en ratones demuestran que estos fragmentos pueden inducir estrés oxidativo, inflamación cerebral, disfunción de neurotransmisores y alteraciones en la forma y función de las mitocondrias, todos factores relacionados con el deterioro cognitivo y el avance de enfermedades neurodegenerativas. En el laboratorio, la neurodegeneración inducida por microplásticos se manifestó a través de una disminución de las espinas dendríticas, estructuras clave para el aprendizaje, y como apoptosis neuronal, es decir, muerte celular programada.
Investigaciones preliminares sugieren que antioxidantes como la vitamina E pueden atenuar parte de estos daños, aunque aún es temprano para hablar de soluciones definitivas. Uno de los hallazgos más perturbadores del estudio es que el cerebro humano promedio podría contener cerca de siete gramos de microplásticos, aproximadamente el peso de una cuchara de plástico.
Vulnerabilidad Compartida: La Interacción entre Factores Ambientales y Genéticos
Más aún, investigaciones recientes han mostrado que los cerebros de personas con demencia contenían hasta diez veces más microplásticos que los de personas sin esta condición. Aunque esto no prueba una relación directa de causa y efecto, sí sugiere una vulnerabilidad compartida o incluso una interacción entre los factores ambientales y genéticos en el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas.
A pesar de estos hallazgos alarmantes, los científicos advierten que aún no se puede afirmar que los microplásticos causen alzhéimer en humanos. Los cerebros de los ratones no son equivalentes al cerebro humano, y el estudio tampoco evaluó los efectos del envejecimiento, un factor clave en la aparición de enfermedades neurodegenerativas. No obstante, los resultados son lo suficientemente convincentes como para justificar más investigaciones al respecto.
El alzhéimer afecta a cerca de 1 de cada 9 personas mayores de 65 años en Estados Unidos. Si los microplásticos, aunque sea de forma indirecta, están contribuyendo a esta estadística, el desafío no es menor. Más allá del daño individual, estaríamos ante un nuevo frente en la lucha por la salud pública: uno en el que la contaminación ambiental se entrelaza con los complejos mecanismos del cerebro.
Jaime Ross, quien lideró el estudio, sostiene que los próximos pasos de la investigación se centrarán en entender mejor cómo los microplásticos cruzan la barrera hematoencefálica y qué cambios moleculares específicos provocan. La esperanza es que al conocer estos mecanismos, puedan desarrollarse estrategias para limitar el daño o incluso revertirlo.
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