Neurotransmisores, propósito y pequeños hacks para cultivar la felicidad

La felicidad se puede cultivar mediante hábitos que activen neurotransmisores como la dopamina, serotonina y oxitocina.

La búsqueda de la felicidad es una constante en la experiencia humana. Desde tiempos antiguos, filósofos, artistas y científicos han explorado su naturaleza compleja, tratando de descifrar los mecanismos que conducen al bienestar subjetivo. En la actualidad, las neurociencias nos brindan herramientas para comprender mejor este fenómeno, revelando cómo el cerebro construye nuestra percepción de la felicidad y qué factores influyen en su desarrollo.

El Laberinto de la Felicidad: Una Mirada Neurocientífica al Bienestar Humano

La experta en neuropsicología, Lucía Crivelli, ofrece una mirada fascinante al laberinto de la felicidad, combinando conocimientos científicos con ejemplos prácticos. En su columna, destaca la importancia de entender las diferentes dimensiones del bienestar, diferenciando entre la felicidad hedónica, asociada a los placeres cotidianos, y la eudaimónica, que surge de encontrar un propósito y sentido profundo en la vida. Crivelli ilustra este concepto con el ejemplo de Aristóteles, quien acuñó el término "eudaimonia" para describir la felicidad plena que se alcanza al vivir una vida virtuosa y significativa.

La neuroplasticidad, la capacidad del cerebro para cambiar y adaptarse a lo largo del tiempo, emerge como un pilar fundamental en la construcción de la felicidad. Crivelli explica cómo aprender hábitos saludables, cultivar pensamientos positivos y fortalecer los vínculos sociales pueden reconfigurar las "calles" cerebrales, favoreciendo el bienestar emocional.

Sin embargo, la neurociencia también nos advierte sobre los límites de la búsqueda del placer instantáneo. El umbral económico necesario para cubrir necesidades básicas y sociales, según estudios del psicólogo Daniel Kahneman, no implica un aumento directo en la felicidad a medida que se ganan más ingresos. Crivelli sugiere que la satisfacción reside más en el proceso que en el resultado, enfocando la atención en disfrutar las pequeñas cosas y cultivar una actitud de agradecimiento por lo que se posee.

La columna también aborda la "curva de la felicidad", que describe cómo el bienestar fluctúa a lo largo de la vida. Si bien el pico suele darse entre los 25 y 35 años, la curva asciende nuevamente después de los 50, impulsada por la mayor aceptación, gratitud y tiempo disponible para actividades placenteras.

Crivelli resalta que la experiencia humana es un ciclo dinámico, con momentos de alegría, tristeza, incertidumbre y crecimiento. No se trata de buscar una felicidad eterna e inalcanzable, sino de cultivar una actitud resiliente que nos permita afrontar los desafíos y celebrar las pequeñas victorias del día a día. En este sentido, la neurociencia nos ofrece herramientas para comprender mejor el complejo laberinto de la felicidad y construir un camino hacia el bienestar integral.

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