
Espacios deportivos: clave para una ciudad más sana, segura y justa
Los espacios deportivos son esenciales para una ciudad saludable, segura y justa, ya que promueven la actividad física, la convivencia social y la prevención del delito.

Los espacios deportivos no son solo áreas para practicar ejercicio físico; representan mucho más que eso. Son pilares fundamentales para construir una ciudad más sana, segura y justa, fomentando el bienestar colectivo y la participación comunitaria en todas las esferas de la vida social.
México necesita comprender la importancia de reconocer a los campos deportivos y las canchas de barrio como parte integral de su infraestructura. Estos espacios no son lujos; son la base sobre la cual se construye una comunidad fuerte y cohesionada. Una cancha iluminada en una esquina, un parque con áreas verdes y bancos para sentarse, un gimnasio al aire libre en medio de un barrio: estas escenas cotidianas transforman la vida de miles de personas.
Espacios deportivos: Más allá del ejercicio físico
Más allá de ser lugares para hacer ejercicio, los espacios deportivos son escenarios donde los niños aprenden disciplina, los jóvenes encuentran alternativas frente a la violencia y los adultos pueden liberar el estrés de la vida diaria. En ellos, se construye salud, convivencia y un sentido profundo de comunidad. La Organización Mundial de la Salud recomienda que cada habitante tenga al menos 9 metros cuadrados de espacio verde, pero en América Latina, la media apenas llega a 3.5 m² por persona. En México, aunque algunas ciudades superan esa cifra, la distribución es desigual, lo que genera una falta de acceso equitativo a estos espacios esenciales.
La situación crítica de los espacios deportivos en México
Según el Inegi, solo cuatro de cada diez adultos en México realizan ejercicio en su tiempo libre. De quienes lo hacen, el 58% utiliza espacios públicos como parques, plazas y canchas, pero más de uno de cada diez señala que las instalaciones están en malas condiciones. La evidencia es clara: donde existen espacios deportivos dignos, se transforma el entorno social y la calidad de vida de los habitantes.
La historia mexicana demuestra que podemos hacer arquitectura deportiva de excelencia. El Estadio Olímpico Universitario (1952), declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es un ejemplo de integración con el paisaje volcánico y de la visión moderna del país en aquella época. El Palacio de los Deportes, obra de Félix Candela, sigue siendo una joya de la ingeniería mexicana con su cúpula parabólica de cobre. El Estadio Azteca, diseñado por Pedro Ramírez Vázquez, ha sido testigo de dos finales de Copa Mundial y será el primero en inaugurar tres. Estos recintos marcaron época no solo por el deporte, sino por su diseño e impacto en la identidad nacional. Hoy necesitamos rescatar esa visión a escala cotidiana: las canchas de barrio, los deportivos municipales y los gimnasios de colonia.
Garantizar el acceso a espacios deportivos debe entenderse como parte del derecho a la ciudad. Cada barrio tiene sus propias dinámicas deportivas; escuchar a los vecinos desde el diseño permite que los espacios respondan a sus necesidades reales y no se conviertan en elefantes blancos. La sociedad también puede aportar: formar comités de vecinos, organizar ligas y gestionar con las autoridades la rehabilitación de espacios escolares para su uso comunitario en horarios extraescolares.
México necesita comprender que los espacios deportivos son tan importantes como las escuelas o los centros de salud. No son accesorios; son infraestructura vital. Cada metro cuadrado bien diseñado y mantenido es una inversión en salud pública, en prevención del delito y en igualdad de oportunidades. Un niño que tiene cerca una cancha iluminada tiene más probabilidades de crecer sano, convivir con otros y sentirse parte de una comunidad. Una madre que puede vigilar a sus hijos mientras juegan se siente más tranquila. Un adulto que después del trabajo encuentra un espacio para caminar reduce su estrés y mejora su salud.
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