
Hormigas y avispas: alianza compleja revela nueva forma de mirmecocoria
Avispas manipulan a robles e hormigas para proteger sus crías. Inducen la formación de agallas que las hormigas transportan a sus nidos, atrayéndolas con capuchones comestibles.

El mundo natural está repleto de relaciones complejas entre especies, donde la supervivencia depende de una intrincada danza de cooperación y manipulación. Un ejemplo fascinante se descubrió hace cinco años con el hallazgo de un niño que cambió por completo nuestra comprensión del ecosistema interactivo entre hormigas, avispas y robles.
Una red ecológica inesperada
Todo comenzó cuando Hugo Deans, hijo del profesor de entomología Andrew Deans (Penn State), encontró lo que creía que eran semillas junto a un nido de hormigas. Su padre, experto en el campo, identificó rápidamente que se trataba de agallas de roble, estructuras vegetales inducidas por insectos. Sin embargo, lo que no imaginaban era que esas agallas eran parte de una red ecológica aún más compleja, una Alianza ecológica que involucraba a avispas, robles y hormigas.
El estudio, publicado en American Naturalist, describe una forma compleja de mirmecocoria, donde las avispas inducen la formación de agallas en robles. Estas agallas, luego, son transportadas por hormigas a sus nidos, brindando protección a las larvas de avispa. Esta interacción supera el modelo clásico de mirmecocoria, en el que las hormigas dispersan semillas a cambio de alimento.
Manipulación y comunicación química
"Las avispas no solo manipulan a los robles, también manipulan el comportamiento de las hormigas", explicó Deans. Las hormigas responden a compuestos similares a los de insectos muertos. Las agallas presentan un capuchón carnoso de color rosa pálido, rico en ácidos grasos similares a los que contienen los insectos muertos, principal fuente alimenticia de las hormigas.
Los experimentos demostraron que las hormigas transportan las agallas con capuchón, pero rechazan las que no lo tienen, tratándolas igual que a las semillas con elaiosomas. "No es casualidad que los capuchones y los elaiosomas compartan compuestos químicos", señaló John Toer, coautor del estudio.
Evidencias contundentes
El equipo confirmó la hipótesis al documentar el comportamiento de las hormigas, que almacenaban las agallas en sus nidos tras consumir los capuchones. El análisis químico reveló la presencia de ácidos grasos específicos, lo que explica la atracción y el transporte. Esta Alianza ecológica se basa en una compleja comunicación química entre las especies involucradas.
Implicaciones evolutivas
La abundancia de agallas podría haber moldeado el comportamiento de las hormigas y de las plantas mirmecocorias. Aunque aún no se sabe qué parte del sistema evolucionó primero, los investigadores sugieren que la interacción entre robles y hormigas pudo haber predispuesto a las hormigas a recoger estructuras con apéndices comestibles, favoreciendo luego la evolución de plantas mirmecocorias como las sanguinarias. Estas plantas han desarrollado mecanismos para atraer a las hormigas a través del transporte de sus semillas mediante transporte nidos.
"Las agallas podrían haber sido un motor de selección natural en las hormigas", propuso Robert J. Warren II, de SUNY Buffalo. Este descubrimiento nos recuerda la fascinante complejidad de la vida y cómo las relaciones entre especies pueden dar lugar a adaptaciones sorprendentes. Es necesario investigar más sobre el impacto que los compuestos químicos utilizados por estas plantas pueden tener en otros organismos del ecosistema.
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