Desesperanza y precariedad un año después del sismo en Turquía: la promesa incumplida de Erdogan

La tragedia continúa un año después del devastador sismo que sacudió a Turquía, dejando a su paso desolación y pesar entre los afectados. Aziza, una vendedora de verduras, relata con tristeza cómo perdió a tres de sus hijos y varios parientes, y ahora vive en un campamento para damnificados con sus dos hijos restantes. Alrededor de 700,000 personas comparten su situación en campamentos gestionados por el gobierno, mientras que otros han tenido que emigrar a otras provincias en busca de nuevas oportunidades, dado el colapso económico que ha afectado especialmente a localidades como Antioquía, Kahramanmaras y Adiyaman.

La reconstrucción avanza a paso lento

La reconstrucción prometida por el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, no ha avanzado al ritmo esperado. A pesar de su compromiso de una rápida reconstrucción, solo se han construido 46,000 viviendas, muy por debajo de las más de 300,000 prometidas. Esta realidad contrasta drásticamente de una provincia a otra, evidenciando una inequidad en la distribución de recursos y esfuerzos de reconstrucción. En la provincia de Hatay, donde los partidos de oposición solían tener más apoyo, apenas se ha reconstruido el 3% del parque inmobiliario dañado, mientras que en Gaziantep y Kahramanmaras, la cifra supera el 10%.

Además, el escenario post-sismo se ve empañado por la presencia de sustancias tóxicas, como el amianto, advierten médicos como Sevdar Yildaz, presidente del colegio provincial. Este hecho plantea la preocupación por la posible aparición de enfermedades respiratorias a corto y largo plazo, así como un aumento de casos de cáncer entre la población afectada.

Desafíos cotidianos y precariedad

Mientras la ciudad intenta recuperarse, los desafíos cotidianos persisten. Las calles, aún llenas de grietas y baches, se tornan intransitables cuando llueve, convirtiéndose en un lodazal que afecta directamente a los campamentos de damnificados. Por otro lado, cuando no llueve, una nube de polvo se eleva en el aire, producto de las demoliciones y escombros que aún permanecen en el lugar. Esta situación, sumada a la precariedad en la que viven los afectados, genera un panorama desolador.

La incertidumbre sobre el futuro

Mehmet Davut, habitante de un pueblo en la provincia de Kahramanmaras, expresa su deseo de ver culminada la construcción de las nuevas viviendas del Estado, y poder habitar un nuevo hogar junto a su familia. La espera se vuelve aún más angustiosa debido a los problemas respiratorios crónicos que ha desarrollado desde el sismo, agravados por las condiciones en las que ha tenido que vivir desde entonces. 

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