La autenticidad de la cocina que alimenta el alma

En medio de la disyuntiva entre la ostentación gastronómica, los galardones y las narrativas exageradas sobre lo que se va a comer, surge la dificultad para los comensales de elegir entre lugares reconocidos y aquellos que se enfocan en ofrecer una experiencia culinaria auténtica. Resulta inimaginable pensar que existe un "mejor chef del mundo" o que solo hay ciertos lugares que son los mejores. Ser reconocido por la honestidad y la autenticidad debería ser el verdadero objetivo. Sin embargo, cada vez hay más competencia basada en tarifas exorbitantes y programas de cocina que se convierten en un circo, humillando a los participantes. Cualquiera puede autodenominarse chef y darle lecciones a los demás, sin tener el conocimiento ni la experiencia necesarios. Es como si alguien pusiera una inyección y se hiciera llamar médico, sin saber nada sobre medicina. En contraste, hay talento escondido en pequeños lugares donde se puede disfrutar de una buena comida, llena de detalles y autenticidad. La proliferación de autodenominados chefs ha convertido la gastronomía en una farsa, impulsada por el uso de Instagram y la ignorancia. Para ser un verdadero chef se requiere años de trabajo constante y responsabilidad en la cocina. Lamentablemente, muchos chefs llegan sin siquiera saber cómo hacer un arroz o una sopa de fideos, pero creen que su única meta es obtener reconocimiento en los 50 mejores restaurantes del mundo. La ignorancia se sienta en la mesa y elogia los platos sin tener buen paladar ni buen gusto, solo porque no quiere que se le critique. Es triste ver cómo el prestigio se basa en la marca del chef, el plato y la mesa, en lugar del verdadero talento culinario. La prostitución de la gastronomía es una vergüenza para aquellos cocineros que sí tienen talento y ofrecen calidad y buen sabor. Se ha llegado al extremo de registrar recetas como un acto de ego. Las auténticas recetas pasan de generación en generación, se convierten en tradición y forman parte de la verdadera cocina colectiva. La buena cocina es un patrimonio cultural intangible que debe ser compartido, respetado y aprendido. En medio de tanta ignorancia y ego, debemos valorar a esas mujeres a la orilla de La Marquesa, que trabajan duro en la preparación de sus alimentos, desde el corte del maíz hasta la elaboración de las salsas en molcajetes. El valor de una cocina va más allá del costo de la mesa y los cubiertos. En definitiva, todos tenemos elecciones, pero es importante alimentarnos de verdad y no caer en engaños.

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