Similitudes entre ataque en preparatoria San Andrés y doble feminicidio en UTEG

Los recientes ataques en Guadalajara evidencian patrones similares de violencia premeditada, uso de armas idénticas y pertenencia a grupos en línea.

Recientes events han sacudido a la sociedad jalisciense, revelando un alarmante patrón en ataques violentos en instituciones educativas que refleja una creciente preocupación por la descomposición social y la falta de prevención efectiva en temas de salud mental y seguridad. Estos incidentes, combinados con la influencia de grupos en línea, han generado un llamado urgente a la reflexión y a la acción por parte de las autoridades y la sociedad en su conjunto.

Un ataque impactante

El pasado sábado, un estudiante de 17 años de la preparatoria abierta San Andrés en Guadalajara, identificado como Brandon Alonso, perpetró un ataque armado en sus instalaciones. Ingresó al plantel con un hacha, un cuchillo, una botella de alcohol y un encendedor en su mochila, y mientras sus compañeros realizaban una actividad en el aula, llevó a cabo un asalto a dos de ellos, propinándoles golpes en la cabeza con un martillo. Este violento acto fue transmitido en vivo a través de las redes sociales, alcanzando un alcance y una repercusión alarmantes.

El ataque en la preparatoria San Andrés presenta numerosas similitudes con un doble feminicidio ocurrido en marzo en la UTEG, donde otro joven, Gabriel Alejandro, asesinó a dos administrativas con un hacha y un cuchillo, tras haber matado a otra mujer en un motel. Ambos perpetradores, además de utilizar armas similares, anunciaron sus crímenes en las redes sociales horas antes de llevar a cabo los atentados. Esta coincidencia en el modus operandi y la voluntad de publicitar sus acciones a través de plataformas digitales plantea serias interrogantes sobre la influencia de los grupos en línea en la planificación de actos delictivos.

La responsabilidad social

El gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, ha señalado que el ataque en la preparatoria San Andrés es un reflejo de la "grave descomposición" de la sociedad. Además, ha apuntado hacia la familia del agresor como la primera instancia responsable de no detectar y prevenir las "graves muestras de conductas antisociales" de su hijo. Sin embargo, esta visión familiar excluye la responsabilidad compartida de las instituciones de salud mental, que parecen haber fallado en la detección de signos de alerta y en la intervención oportuna. Asimismo, resulta preocupante la falta de investigación y acción por parte de las autoridades competentes para desarticular y prevenir la proliferación de estos grupos en línea que promueven el fanatismo y la violencia.

Estos incidentes no solo generan indignación y consternación, sino que también impulsan una serie de reflexiones sobre la seguridad en las instituciones educativas, el papel de la familia en la detección de conductas de riesgo, la eficacia de las instituciones de salud mental y la necesidad de una intervención más efectiva por parte de las autoridades para contrarrestar la influencia de grupos en línea. Además, son un recordatorio de la importancia de fortalecer la educación en valores, la prevención de la violencia y la promoción de la salud mental en todas las instancias de la sociedad.

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